Las diferencias políticas y las visiones distintas son válidas pero deben ser contrastadas y resueltas mediante el diálogo, la civilidad y la ley
El atentado, afortunadamente fallido, contra el expresidente y candidato presidencial republicano, Donald Trump, es repudiable. Toda forma de violencia es condenable y agravia a la sociedad entera.
La paz, la convivencia armónica y el diálogo para hallar soluciones en beneficio general de la nación deben ser los ejes de todo proceso político y en ello no hay sitio para la violencia.
Que Trump se encuentre a salvo y bien, como ha informado su campaña, es un dato auspicioso y se hacen votos para que él se recupere completamente.
Es trágico y doloroso que en el ataque haya muerto una persona que asistía al mitin republicano en Pennsylvania en el que sucedieron los hechos y que dos personas más se encuentren gravemente heridas. Expresamos condolencias y solidaridad para esas víctimas y sus familias, esperando que las personas lesionadas se recuperen.
La violencia en todas sus formas debe cesar y es necesario que la sociedad entera se una para este fin. Las diferencias políticas y las visiones distintas son válidas pero deben ser contrastadas y resueltas mediante el diálogo, la civilidad y la ley. Y es imperativo que el respeto mutuo sea la norma en todo momento y que la sociedad se una en un común clamor en favor de la paz, la democracia, la libertad y el respeto entre todos. Nada justifica la violencia.
Es patente que existe una grave tensión en todo el país a raíz de este suceso, y por ello debe prevalecer la serenidad y han de evitarse mayores tensiones. En ese esfuerzo de distensión y entendimiento deben participar el gobierno en todos sus niveles, los partidos, candidatos y sus campañas, las instituciones y la sociedad en general.
Debe llevarse a cabo una investigación a fondo y con estricto apego a la ley para identificar al atacante, que se ha reportado fue abatido por fuerzas del orden durante el incidente, y se identifiquen los posibles motivos y contextos de su accionar. Pero es necesario que sean los hechos y las pruebas, el ejercicio de la razón y la vigencia de la ley, los que den paso a conclusiones, lecciones y acciones a seguir. Estigmatizaciones, generalizaciones, chivos expiatorios, obstrucciones y cualquier práctica que distorsione la realidad o la utilice para catalizar confusión o más violencia son inaceptables, no deben tener lugar y en su caso han de cesar.
La sociedad estadounidense se encuentra en un momento de inflexión en el que es imperativo que sean el diálogo, la solución pacífica de las diferencias y la democracia basada en el voto libre, en la vigencia de los derechos fundamentales, en la justicia serena y en el respeto al otro las vías a seguir.
En horas críticas es cuando las sociedades y sus líderes deben enarbolar la razón y defender a ultranza la paz, los valores democráticos, la institucionalidad y los derechos de todos.
Debe por ello expresarse un no rotundo a la violencia política y a toda forma de violencia y cabe llamar a todos a la civilidad, el respeto, la solidaridad, la democracia y la paz. Si Estados Unidos se une de ese modo no sólo frenará las polarizaciones y tensiones sino que podrá tomar la vía correcta y humana en la presente encrucijada histórica.
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